Bueno muchachada, me estreno como colaborador externo de este blog con un garito referente en la noche madrileña desde tiempos inmemoriales: el Honky Tonk.
Famoso por su buen gusto musical y, sobre todo, sus actuaciones en directo, es una apuesta segura para todo aquel que esté cansado de los (demasiado abundantes) insulsos bares de copas sin personalidad de ningún tipo. Aquí la apuesta es clara, el Rock, y creo que no defraudará a ningún buen aficionado al género.
La sala está dividida en dos plantas, la superior es más tranquila, con la música algo más baja y sillones por si uno quiere charlar tranquilamente. En la planta inferior se celebran conciertos cada noche, y si no puede escucharse música algo más cañera que en la planta de arriba y a mayor volumen. Un detalle cuanto menos curioso: la cacho de columna que hay en todo el centro y que tapa gran parte del escenario. Un elemento ‘entrañable’ para los asiduos, pero la verdad es que manda cojones la mala disposición. Los fines de semana, en los que se suele llenar bastante, es una verdadera molestia.
Hasta aquí la descripción del lugar, bastante recomendable si no fuese por el verdadero motivo que lo ha llevado hasta estas páginas: su (cochino, descarado, asqueroso, infumable) GARRAFÓN.
A 9€ el cubata (y entendiendo que se paga un plus por ver buena música en directo) que menos que dar bebida buena (buena ni siquiera es el adjetivo adecuado, bebida normal) Que no somos gilipollas coño, se nota en el sabor y, sobre todo, al día siguiente, con unos hermosos resacones marca de la casa. También me consta que a los clientes más conocidos (a esos a los que encima se suele invitar o rebajar precios considerablemente) se les reserva una botella ‘b’, mientras que a la plebe nos atiborran a colonia.
Un tirón de orejas muy fuerte al Honky, y a ver si se enteran de una vez que los de nuestra generación no somos gilipollas y hemos desarrollado un detector natural de garrafones a fuerza de visitar los garitos más infames de la capital.